miércoles, 19 de septiembre de 2012

Unos días en Marruecos - Despedida (y IV)




























Salimos a dar una vuelta por la medina, nos metemos en unas calles cercanas a la plaza donde está la mezquita mayor, zona de lo más cutre, olores nauseabundos, tiendas como cajas de cerillas donde venden de todo con unas puertas ajadas y herrumbrosas, despintadas y desaliñadas y repletas de objetos colgados, que no se sabe cómo pueden entrar cuando las cierren por la noche. Salimos a la plaza grande y nos sentamos un rato en un banco viendo a la gente pasar y era divertido: Las distintas modalidades de kaftan en las mujeres mezclados con pañuelos y ropas occidentales, las combinaciones son infinitas, en los hombres igual, hay chilabas de todo tipo y gorros también. Después de gozar de olores indescriptibles (Marruecos, el reino de los sentidos) nos metimos en la medina en la calle principal de las tiendas que no es el zoco grande y al llegar a una plaza vimos una tienda de cosas antiguas tipo joyería bereber, entramos y me gustaron unos collares de piedras de Mauritania, pero eran larguísimos y carísimos, en Asilah nos habían pedido por un collar que tenía 6 o 7 piedras de estas 600 dirhemes o sea 60 euros, el joyero pedía 210 euros euros pero yo sólo quería la mitad de las piedras, entonces pidió 110, luego 100, luego 80, al final Miguel le dio 60 euros y el joyero preguntó: Señora ,¿su marido es catalán?

Volvemos al hotel, estamos en la terraza y está anocheciendo, en estos momentos la luz es preciosa, entre plata y azul con Tarifa enfrente, a lo lejos, parecido a lo que solemos ver las tardes de poniente desde el paseo marítimo de Barbate, enfrente, a lo lejos Tanger.

La cena consiste en sopa de tomate con arroz, una brocheta de pollo con patatas fritas y de postre flan.

Hoy, desayunamos en el hotel, nos recogen en un microbús y nos llevan al puerto para esperar a los que llegan a pasar el día desde Tarifa. Tenemos guía de la ciudad, nos subimos a un autobús y primero nos llevan a ver la ciudad moderna, el barrio español, el francés, el americano y el inglés, que está en  una colina sobre el mar, pasamos ascendiendo la colina por delante del palacio del rey, no se ve nada, salvo la muralla, los árboles de los jardines y los guardias en la puerta. Este barrio es muy rico, entre otros tienen casas los miembros de la familia real de la Arabia Saudí. Una curiosidad es el cementerio de perros y gatos que dejaron los ingleses.

Después nos llevan a montar en camello, que en realidad son dromedarios y volvemos a bajar la colina para  al mercado de frutas de los jueves que se pone en la zona que está encima de la Plaza, las mujeres bereberes traen sus productos del campo, hay muchas cebollas rojas, pequeñas zanahorias, pepinos, yerbabuena, perejil, tomates y fruta con muy buena pinta.

Desde aquí ya vamos andando al mercado de pescado muy grande y con mucha variedad y de ahí al zoco, y pasa lo de siempre, el guía te mete en “la farmacia bereber”, en la tienda de artesanía de las alfombras y en la de los colgantes, pendientes, y demás y después a comer en restaurante típico previamente asaltados por miles de niños que te venden de todo. El restaurante tiene música en vivo y el menú consiste en harira, pinchito de carne picada y cuscús, de postre pestiños y té.

Después de comer otra tienda de souvenirs por si picas y otros tropecientos niños y hombres en la calle intentando venderte mil artilugios. De ahí al autobús y para el barco, esta vez menos cola y menos rollo. En Tarifa un airecito fresco nos recibe y ya estamos en casa.

Texto: Ximena Prieto
Fotografías: Miguel Roa

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